La semana pasada tuve el privilegio de asistir a una de las jornadas que en el calendario nacional de la comunicación y el marketing deben marcarse con un cuerpo de letra superlativo. En Hoy es Marketing 2013 se puso de manifiesto algo que siempre ha preocupado a las agencias de comunicación; que siempre se ha asumido dentro de las reglas del juego; y que siempre se ha acabo aceptando sobre la presunción de confianza que se tiene en el potencial cliente que abre un proceso concursal para conceder una cuenta o proyecto o, simplemente, porque no queda más remedio.

Efectivamente me estoy refiriendo a la posible vampirización de las ideas que las agencias podemos llegar a sufrir al presentar una propuesta. Pero lo que ayer era una simple inquietud, hoy comienza a hacer mella en esa confianza tan necesaria en el equipo a la hora de ponerse a trabajar en una estrategia y un plan de acción.

De un tiempo a esta parte son cada vez más frecuentes las llamadas de empresas, a veces incluso reconocidas, pidiendo con desaforada urgencia esa propuesta que en base a una o varias ideas, les ayude a conseguir sus objetivos de comunicación y, en muchos casos, de negocio.

No está la cosa para refunfuñar porque haya que ponerse el mono de trabajo. Hoy en día, que suene el teléfono ha de hacernos sentir unos privilegiados. Y esto es lo que deben pensar algunos de los que llaman; algunos para los que nos ponemos a trabajar y a pensar; y algunos que ni siquiera contestan meses después a la propuesta que pidieron para ayer. El brote en los últimos tiempos de estos ejemplares supongo que puede tener mucho que ver con la ya tan manida crisis y su efecto metastásico sobre los valores y el modus operandi de determinadas empresas o, mejor dicho, de determinadas personas que trabajan para esas empresas. Esto va de personas no de empresas, no nos olvidemos.

La base de la relación que actualmente Cícero tiene con todos y cada uno de sus clientes se basa en la confianza mutua. Es esa confianza la que nos motiva para dejarnos la piel en ayudarles a sacar adelante los proyectos en los que colaboramos con ellos. Nuestro tiempo, esfuerzo e ideas, son suyos. Claro, que nos pagan por ello.

Y es por el respeto que les debemos a nuestros clientes lo que hace que me plantee si nuestro tiempo, esfuerzo e ideas han de ser gratis para el primero que decida marcar el número de teléfono de nuestra agencia, aunque lo haga con la más honesta de las intenciones. Todo el sector comparte esta inquietud, lo que no es nuevo y sobre lo que desde ADECEC hace ya tiempo se intentó  actuar con el desarrollo de alguna iniciativa poco exitosa, probablemente como consecuencia de la falta de consenso y masa crítica para implementarla.

Diría que percibo un cierto ruido de fondo que suena a devaluación de la comunicación: falta de estrategia, urgencias, sesgo, desconexión con las cúpulas directivas, recortes de recursos….Está en nuestras manos, en las de los profesionales, bien desde dentro de las empresas o instituciones, o bien desde el apoyo externo con las agencias, recuperar el valor de la comunicación, el valor de nuestras ideas. En Cícero pensamos que nuestros clientes, las personas con las que y para las que trabajamos, no merecen que regalemos nuestro trabajo.

Sabemos que son tiempos duros y por eso, hoy más que nunca, debemos poner en valor real la comunicación. Eso hará que los que nos dedicamos a esto, sea cual sea nuestro ámbito de actuación, salgamos adelante. Lo contrario, devaluar nuestro trabajo, regalar nuestras ideas, nos acabará matando.

Esteban Bravo

Cicero