Que la profesión periodística está de capa caída desde hace tiempo, es ya un hecho incuestionable. Lo está incluso para los padres de las grandes empresas informativas –quizás han sido los principales inductores- quienes comenzaron a pensar que lo que a finales del siglo XIX, en lo que podrían ser los orígenes del periodismo “moderno” con gente como Pullitzer o Hearst como puntas de lanza, era una cuestión básicamente intelectual, debía descender a la categoría de lo industrial. Tomando como referencia a la prensa escrita podemos decir que el gramaje del papel o la función de las grapas se ha ido convirtiendo en algo infinitamente más importante que los propios contenidos, elaborados muchos de ellos sobre una clara vocación mamporrera y relegados así a simples comparsas del nuevo modelo. Un modelo sobre el que se sustenta, parafraseando a un buen amigo y beligerante defensor de la profesión, el “precariodismo” actual.
No sé si ésta es la lectura que se ha hecho desde el Ministerio de Sanidad a la hora de proponer su Consejo Asesor, hecho público el pasado 2 de octubre, pero la realidad es que entre sus 35 miembros no se encuentra ningún periodista. Motivo éste suficiente para el consiguiente mosqueo de la FAPE y envío de carta reivindicativa de mi querida Elsa González a la ministra Mato.
Desconozco si ha habido respuesta o si la habrá. No hay que descartar que desde este ministerio se entiendan como conceptos “bioequivalentes” el periodismo y la comunicación. Si es así, la ministra ofrecerá a la FAPE una fácil justificación. En el Consejo se contempla un asesor en materia de comunicación, y ahí aparece el bueno y televisivo Bartolomé Beltrán, a quien tengo en gran estima personal y profesional, como garante y defensor del derecho de la sociedad civil a una información digna y veraz en materia sanitaria. Me parece muy bien. Eso sí, desde el ministerio deberían explicar por qué el mediático Dr. Beltrán figura en este Consejo como director de Prevención y Servicios Médicos de Antena3 TV, sin hacer mención alguna a su trabajo como comunicador, divulgador, médico/periodista o como puñetas queramos categorizar definitivamente a todos aquellos que se mueven en el limbo de la medicina y la comunicación social.
También se debería explicar desde Sanidad por qué su Secretaria General convoca hace poco más de un mes a una reunión «off the record» en el ministerio a un selecto grupo de periodistas, informadores habituales de temas de salud, para explicar la política de recortes de esa cartera. Se es importante o no se es. Pero la importancia transitoria en función de determinados intereses, no es fácilmente entendible.
La reivindicación y tirón de orejas de la FAPE a la ministra me parece, en líneas generales, razonable. Pero no dejemos de hacer autocrítica. Si órganos decisores comienzan a olvidarse del periodista está bien que se agiten los brazos para hacerse visibles, pero no será eso lo que haga imprescindible al periodismo. La aportación de verdadero valor es la clave en toda esta historia, y eso es lo que ahora mismo está en entredicho. Ésa ha de ser la lucha de la FAPE. Me gustaría pensar que el mosqueo con el ministerio responde a un criterio que va más allá del hecho de haberse quedado fuera de la foto. Quiero pensar, y pienso, que el objetivo de FAPE y mi amiga Elsa es reivindicar que el periodismo todavía está a tiempo de no perder del todo su credibilidad como garante de una sociedad libre que no sería viable sin una información profesional y honesta. En materia de salud el papel del periodista ha de ser innegociable. Conozco mucha gente en los medios que se están dejando la piel por hacer un trabajo digno, otra cosa es que les dejen….Ése ha de ser el objetivo de ellos, de FAPE y de Elsa, que les dejen. Si se consigue no harán falta más cartas como ésta.
Esteban Bravo
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