Leyendo el titular, pensaréis que no soy nada original, que llego algo tarde utilizando el ya tan manido “#concepto“. Probablemente. Pero lo hago expresamente. Desde el pasado #15M vivimos un movimiento de protesta social sin precedentes promovido a través/por las redes sociales. Sin entrar en el detalle de “si estoy o no estoy de acuerdo con la protesta“, estas semanas observaba con atención (y tomaba apuntes) sobre las causas, los objetivos, las estrategias y las acciones de comunicación que se han puesto en marcha para lograr semejante éxito social.
Hasta he dejado volar mi maltrecha imaginación recreando absurdamente el momento en el que una plataforma de movimientos sociales convocaba un concurso de agencias de comunicación para la elaboración y ejecución de una campaña de comunicación denominada #democraciarealya para “informar, sensibilizar e incidir en la sociedad y en los partidos políticos para provocar cambios que mejoren nuestro sistema democrático“.
De todos es conocido que el éxito de #democraciarealya radica mayoritariamente en la viralización en las redes sociales, en la espontaneidad y en la adhesión de miles de ciudadanos cabreados. Y cuando uno analiza la comunicación de este movimiento se da cuenta que cumple con todos esos objetivos-verbos que desde las consultoras siempre ponemos en los planes de comunicación: “Sensibilizar y concienciar a la opinión pública… aumentar el conocimiento… dar a conocer… maximizar en medios… movilizar un clima de interés… aprovechar sinergias con… generar corrientes de opinión y apoyo social… ser prescriptor de opinión capitalizando el mensaje de… influir en la sociedad civil…” ¿sigo?
Para mi en estos días ha sido inevitable pensar compulsivamente en las asociaciones de pacientes, en las sociedades médicas, en las administraciones públicas y en todas las entidades que desarrollan cada año y con gran esfuerzo grandes campañas de educación e información sanitaria sin ni siquiera tener la mitad de éxito que #democraciarealya. ¿Por qué no se consigue una sensibilización, una movilización ciudadana o una incidencia política que provoque cambios?, ¿qué ingrediente le falta a la comunicación para que genere corrientes de opinión favorables?, ¿dónde no se está llegando?, ¿qué es lo que falla?
Con esto no estoy diciendo que en la celebración de los Días Mundiales de enfermedades miles de personas con diabetes, con artritis reumatoide, con esclerosis múltiple, con VIH, etc. hagan una acampada en Sol y en las plazas de las principales ciudades para expresar sus reivindicaciones. No. Sólo pienso que está muy bien que reivindiquemos el cambio en la ley electoral, las listas abiertas, la transparencia política… pero ¿qué hay de la salud? ¿por qué no nos movilizamos de la misma manera por nuestra salud? ¿por qué como ciudadanos no hacemos nuestras las reivindicaciones de las asociaciones de pacientes? En definitiva todos estamos expuestos a sufrir (y sufriremos) cualquier enfermedad que reducirá nuestra calidad de vida.
Cuando al terminar la carrera mi abuela me preguntaba si tenía trabajo y le decía que no, ella siempre me contestaba aquello de “hijo tienes salud y eso es lo más importante“. Por eso estos días en los que estoy aprendiendo más que en cualquier curso de cualquier gurú 2.0, pienso que desde nuestra experiencia profesional tenemos que atrevernos a replantear la creatividad de los proyectos de comunicación que realizamos para y por los colectivos del sector sanitario. Debemos de ser atrevidos a crear con imaginación y originalidad para llegar a la opinión publica de manera definitiva. Y por supuesto apostando por la información, sensibilización y movilización social en las redes sociales.
Hoy, vuelvo a tener la ilusión del becario en su primer brain storming. Tengo una libreta llena de apuntes e ideas locas que he anotado estas semanas para proponer y desarrollar. Por el momento, y como apoyo especialmente a las asociaciones de pacientes rescato un post que Esteban Bravo escribió en esta bitácora sobre la comunicación con los e-pacientes, en el que se exponía los pensamientos de Kevin Kruse, gurú en la búsqueda y análisis de nuevos modelos de comunicación y escucha en el ecosistema sanitario y biomédico.
Además, adjunto un amplio resumen en castellano del documento original de Kevin Kruseque desde Cícero tradujimos para todos los que nos seguís desde nuestra bitácora.
¿Por qué no pensar en el éxito de una #pacientesrevolution? Yo, sí creo en ello. Espero vuestras opiniones…
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Quique, en mi opinión, y no es por restar un ápice del envidiable espíritu “beatnick” de tu post, te has dejado convencer por ese discurso ya tan manido, pero tan alejado de la realidad, del paciente como centro del sistema. Todos dicen I Love you, pero….
Me viene a la cabeza la última parte de un post del siempre lúcido @alfonsopedrosa a através de esa fantástica hoja de ruta que es http://www.synaptica.es, que transcribo textualmente a continuación y que refleja el porqué tus apuntes e ideas son, según tus propias palabras, locuras. Pero sigue así: antes “naive” que lobotomizados.
Alfonso Pedrosa dixit: “Si el personal se ha acostumbrado en la vida cotidiana a conductas teóricamente responsables como separar los residuos domésticos, apagar luces innecesarias en casa o a salirse a la calle a fumar porque eso ya no se hace en el bar, no hay muchas razones para que no se le explique a la gente, en detalle y de igual a igual, sin escamoteos paternalistas ni maniobras de ingeniería social, que esto de la prestación farmacéutica pública es un asunto serio, en el que se maneja una tecnología compleja que se llama medicamento (no hay que tener un máster en Farmacología para entenderlo: basta mirar la ilustración de este post). Que cuesta mucho dinero (que sale de los impuestos de los currantes) garantizar el acceso a esa tecnología. Y que hay serios motivos para hacer las cosas bien. La gente no es tonta; sería interesante incorporar esa idea como un mantra al diseñar planteamientos de viabilidad del sistema”.