Carta a John Carlin. La locura colombiana y James el cobarde
John Carlin, siempre le he admirado. Suelo coincidir con usted en su clarividencia futbolera. Fina y acertada escritura que alimenta en parte la severa desnutrición intelectual que suele presentar el llamado deporte rey. Le admiro hasta el punto que le sitúo en esa selección de galácticos de las letras, de Pasolini a Borges, o de Camus al propio Gabo, por no citar a todo un largo plantel, que elevó y eleva el fútbol a una categoría por encima de la contraportada del AS. Le admiro por su generosidad con el idioma español. Ya me gustaría hablar su lengua con la mitad del excelso nivel que habla usted la mía. Mi admiración y agradecimiento por todo ello.
Pero también quiero expresarle la sorpresa que me ha causado su interés por la causa colombiana, su vehemente defensa del Sí a los acuerdos alcanzados en la Habana por el Gobierno de Santos y los líderes de las FARC para poner fin al “conflicto” en aquel país y, sobre todo, por el tono intolerante, irrespetuoso e insultante que ha mostrado en sus artículos con aquellos que pudieran no pensar como usted.
La intolerancia se refleja muchas veces ante un pelotón de fusilamiento. Mortal siempre, pero con la esperanza de indoloro para el que de rodillas confía en recibir un certero y fulminante balazo en el corazón. Y estos días le he conocido, Sr. Carlin, con una inusitada y desproporcionada vocación justiciera, no mortal, pero sí muy dolorosa. Porque doloroso es el estoque de quien esgrime con maestría, como usted, la pluma de la que se desprenden punzantes palabras contra quien pueda tener una visión de las cosas diferente a la suya. Usted no, Sr. Carlin. Usted no puede utilizar el privilegio que le ofrece un diario como El País para expresar sus ideas, haciéndolo desde un despiadado ataque al librepensamiento. Insulta al que fue durante 8 años, elegido libre y soberanamente por el pueblo colombiano, presidente de la nación, presiona con maquiavela destreza a una celebridad para que se pronuncie como usted quiere que se pronuncie y, finalmente, anticipa la locura de un país, Colombia, en el caso de que el plebiscito llevado a cabo este domingo no arrojara, como así ha sido, el resultado que usted deseaba.
Cuando alguien de su talento se equivoca, lo hace con extremada brillantez y eficacia, de manera que el error se amplifica y expande como el proceso metastásico de un tumor maligno. Si bien es cierto que decir que las vacas tienen más sentido común que los votantes colombianos, brillante, lo que se dice brillante, tampoco es. Creo Sr. Carlin en sus buenas intenciones. Le he escuchado decir que ha estado en Colombia durante todo el mes de septiembre, impartiendo conferencias, conociendo a gente, estudiando el peculiar ecosistema sociopolítico de ese país…Ha reconocido de forma honesta y transparente que ha estado haciendo campaña a favor del Sí. Y quiero pensar también que, por todo ello, no ha cobrado un peso del gobierno de Santos. Dice usted que ha estado media docena de veces en Colombia. Eso es muy poco tiempo para comprender el complejo entramado que teje la realidad de las gentes de allí. Eso es muy poco tiempo para poder ejercer la superioridad moral e intelectual que ha ejercido, Sr. Carlin, sobre el sentir de una parte muy importante de aquel pueblo.
Le escuché la semana pasada en el futbolero espacio radiofónico de la Cadena Cope “El partidazo de Cope” , junto a René Higuita, continuar con su campaña a favor del Sí y una vez más volvió a equivocarse. Hablaban del estigma de los colombianos como narcotraficantes, violentos, sicarios, “mulas”, “pre-pagos…” y usted veía en el Sí del plebiscito una magnífica oportunidad para acabar con ese estigma, dando a entender que el NO seguiría estancando a los colombianos en ese perfil de malvado actor secundario en ellos, y espectaculares mujeres que a todo ponen precio en ellas. Y el Sí o el No poco tiene que ver con desestigmatizar a nadie. Frente a lo que usted deslizó, voten Sí y será el principio para que empiecen a dejar de verles como sicarios, o voten NO para que nada cambie, me quedo con las palabras del portero escorpión, mucho menos venenosas que las suyas, yo voto por el Sí pero respetando a la gente que vote No.
Quizás hoy, pocas horas después de darse a conocer la victoria del No en el plebiscito de ayer, estas palabras que le dirijo le pueden sonar ventajistas. Pero no es así. ¿Y sabe por qué? Porque yo, español, enamorado de Colombia de la mano de mi esposa ocañera y su familia -víctimas directas de la violencia de la guerrilla- , intentando sin éxito entender, tras más de 15 años de experiencias acumuladas en el país, una de las sociedades más complejas que uno se pueda encontrar, con todas mis dudas, y cometiendo el atrevimiento de pronunciarme, también he hecho campaña, a mucha menor escala y con muchas menos certezas, por el Sí, como usted Sr. Carlin. Pero respeto profundamente el No. Y del NO habrá que aprender. Y si usted piensa que el No se cimenta en el cinismo de Uribe, en la cobardía de James o en la estupidez del pueblo colombiano, no estará aprendiendo nada. Sr. Carlin, usted y yo, además de no poder participar activamente en el plebiscito, tenemos otra cosa en común, lo que digamos le importa un carajo a los colombianos. Le invito a que deje de darles lecciones.
Esteban Bravo
- Contenidos en salud: comunicar bien para entender mejor - 3 de octubre de 2024
- 5 razones por las que impulsar la comunicación interna - 9 de septiembre de 2024
- La comunicación interna en las grandes organizaciones, un área camaleónica - 2 de agosto de 2024