El crecimiento de las nuevas tecnologías y el cada vez más arraigado uso de Internet, hace que nazcan constantemente nuevos canales de comunicación donde los usuarios expresan sus inquietudes, preguntan y resuelven dudas y comparten todo tipo de información. Como ya apuntábamos en nuestro artículo sobre Social Listening, desde hace años las redes sociales se han consolidado como un canal clave de comunicación. Un canal que no debe ser ignorado por las compañías farmacéuticas.

En este tipo de medios de comunicación social, cada vez es más frecuente encontrar que los usuarios comparten quejas sobre algunos fármacos por su sabor, dificultad para abrir el packaging, sospechas de efectos adversos o incluso la sorpresa por efectos positivos no esperados en un fármaco. Este hecho convierte a las redes sociales en un canal en el que la escucha de lo que se dice es fundamental para una de las áreas de trabajo más importantes del sector salud: la farmacovigilancia.

Pero, ¿qué es la farmacovigilancia?

Es posible que algunos de los lectores no estén familiarizados con este término. Según la Organización Mundial de la Salud la farmacovigilancia se define como “la ciencia y actividades relacionadas con la detección, evaluación, entendimiento y prevención de los efectos adversos u otros problemas relacionados con los medicamentos”. En España la ley RD FV 577/2013 la define como “actividad de salud pública que tiene por objetivo la identificación, cuantificación, evaluación y prevención de los riesgos asociados a los medicamentos una vez autorizados”.

El motivo de que exista una ciencia dedicada a la detección de posibles reacciones adversas de los fármacos, es la necesidad de continuar estudiando sus efectos una vez salen al mercado. Esto no quiere decir que un medicamento que ha sido aprobado no sea seguro. Todos los medicamentos deben ser probados en ensayos clínicos rigurosos que garanticen su seguridad antes de comercializarse. No obstante, estos ensayos clínicos se realizan de forma muy controlada en muestras poblacionales muy reducidas en comparación la cantidad de pacientes que lo utilizarán una vez esté disponible en las farmacias. 

La diversidad de personas que pueden acudir a por un fármaco (ancianos, niños, mujeres embarazadas, adultos con alergias, pacientes que están recibiendo otra medicación, etc.) hace necesaria su observación posterior, ya que las distintas situaciones en que se utilizan pueden traer consigo reacciones adversas que no hayan sido observadas durante el ensayo clínico.

Objetivos de la farmacovigilancia

El objetivo principal de la farmacovigilancia es el de contribuir al uso seguro de los medicamentos mediante la constante evaluación de los riesgos que conllevan. Es una tarea que aúna diferentes áreas de trabajo dentro del sector salud, desde profesionales sanitarios que pasan consulta a pacientes a diario, hasta las autoridades competentes y la industria farmacéutica. Todos ellos deben participar en la toma de decisiones sobre si el beneficio de un producto sanitario es adecuado en relación a los riesgos que pueda tener, o si por el contrario debe ser retirado.

Otro punto importante de la farmacovigilancia es que, más allá de la detección de efectos adversos, debe fomentar el uso adecuado de los medicamentos. Es habitual encontrar pacientes que han podido utilizar un producto fuera del campo para el que fue prescrito. Por ello es importante que se promocione el uso seguro y eficaz de cualquier fármaco que haya sido aprobado para salir al mercado. Proporcionar información clave de seguridad tanto a profesionales como a consumidores es una de las prioridades en este área de trabajo.

En definitiva, la farmacovigilancia tiene como objetivo atender cualquier sospecha de reacción adversa o uso indebido, intencionado o no, de un medicamento para, de esta forma, actuar en consecuencia buscando minimizar riesgos y maximizar beneficios.

Efectos adversos: qué son y tipos

Para detectar un efecto adverso, en primer lugar, hay que saber definirlo. Se denomina efecto adverso a cualquier efecto no deseado o no buscado tras administrar un fármaco.

En algunos casos, este tipo de efectos pueden ser positivos, y no por ello dejan de ser importantes para la farmacovigilancia. Sin embargo, en muchos casos pueden ser negativos causar molestias o riesgos para la salud no deseados por el médico.

Los efectos adversos se clasifican en dos tipos básicos:

Efecto adverso grave: es aquel que puede poner en peligro la vida del paciente, o requerir hospitalización prolongada. También entran en este grupo aquellos que provoquen una discapacidad o constituyan un defecto para el nacimiento de un bebé durante el embarazo.

Efecto adverso no grave: es aquel que no pone en peligro la vida del paciente y no reúna ninguno de los criterios mencionados en el punto anterior.

El papel de las redes sociales en la farmacovigilancia

Las reacciones adversas son un grave problema para las farmacéuticas ya que, como apuntábamos antes, muchas no son descubiertas en los ensayos clínicos. El problema se acrecienta cuando se estima que sólo llegan a notificarse entre un 5 y un 20% de dichas reacciones. Entonces, ¿qué puede hacerse para mejorar este bajo volumen de notificaciones? Aquí es donde las redes sociales entran en juego como una herramienta fundamental.

Al comienzo del artículo señalábamos que las redes sociales se han consolidado como uno de los canales de comunicación más utilizados entre los usuarios y esto no es baladí para la industria farmacéutica. En Google cada 5 segundos se realizan cerca de 170.000 búsquedas relacionadas con la salud, es la tercera categoría más buscada en el mundo. Esta tendencia se traduce en conversación dentro de las redes sociales, donde cada vez con más frecuencia se encuentran sospechas de reacciones adversas por parte de los pacientes que escriben en ellas.

Este nuevo paradigma supone reto para la industria farmacéutica que no debe ignorar. Teniendo ya estandarizados los procedimientos de farmacovigilancia en el entorno offline, el desafío para ellos ahora es el de saber adaptar sus procesos al entorno online donde los usuarios generan información de forma constante.

De esta forma, las redes sociales pueden ser una valiosa fuente de información para descubrir esas reacciones adversas que se hayan escapado en los ensayos clínicos y ayudarán también a conocer qué usos están haciendo los pacientes de los fármacos y si son adecuados o no. Además, ofrecen la ventaja de que, en la mayoría de las ocasiones, es posible identificar al paciente que comunica la reacción adversa.

Es importante tener en cuenta también, que la forma de comunicar de un paciente en las redes sociales, no es la misma que delante del médico. Muchos pacientes aprovechan su perfil social para comunicar cosas que no han sabido o no se han atrevido a decir a su médico. Este hecho demuestra, en definitiva, la gran capacidad que las redes sociales para aumentar los casos de reacciones adversas que se ponen en conocimiento de los departamentos de farmacovigilancia. Una oportunidad que ahora le toca aprovechar a la industria farmacéutica.  

Herramientas recomendables para la farmacovigilancia en redes sociales

Las redes sociales son una herramienta potente para escuchar la conversación sobre fármacos y detectar efectos adversos, sí. Pero, ¿cómo se puede filtrar esa gran cantidad de información que aparece de forma constante? ¿Cómo puedo leer sólo lo que me interesa?

Existen herramientas de seguimiento y filtrado de contenidos que te pueden ayudar. Mediante una búsqueda automatizada de palabras clave concretas, estas herramientas pueden filtrar lo que los pacientes están diciendo de un determinado producto.

A continuación, os recomendamos algunas:

  • Brandwatch: una de las herramientas más completas, si no la más completa que existe. Aunque su precio puede ser algo elevado, su captación de impactos en redes sociales y las posibilidades que ofrece de filtrar el contenido son excelentes. Permite acotar las menciones tanto por país, como por idioma en que queremos realizar la escucha de farmacovigilancia. Uno de los filtros más interesantes, es el de eliminar directamente los retuits, de esta forma se elimina rápidamente una buena parte del ruido que no nos interesa leer. Su curva de aprendizaje requiere algo de esfuerzo debido al gran número de alternativas que ofrece. Sin embargo, aprender a usarla es fácil gracias a la información de su centro de ayuda y una vez se tiene dominio, es una herramienta muy ágil.
  • Brandrain: más económica que Brandwatch aunque más limitada. Aunque se puede filtrar por palabras clave e idioma, no es posible hacerlo por país. Esto implica que, si por ejemplo sólo queremos hacer escucha en España, se van a meter publicaciones de países sudamericanos que habrá que eliminar manualmente.
  • TweetBinder: una herramienta muy útil para hacer seguimiento en Twitter. Es de pago, pero la versión gratuita funciona muy bien.  Podemos buscar las palabras clave (nombres de fármacos) que queremos escuchar y la herramienta ofrecerá resultados exactos de los últimos 7 días.
  • Búsqueda activa: no por precario debemos ignorarlo. La búsqueda activa desde los buscadores de las propias redes sociales también nos puede ayudar si no tenemos presupuesto para una herramienta o si simplemente no queremos gastar dinero porque lo que vamos a buscar es muy básico.

Las redes sociales ofrecen, en definitiva, una gran oportunidad de optimizar el trabajo de farmacovigilancia. Los pacientes están ahí todos los días ofreciendo información valiosa para los laboratorios farmacéuticos y para futuros ensayos clínicos que ayuden a mejorar la calidad y seguridad de los medicamentos. Sólo hace falta escucharles.